ÇAnoche me quedŽ despierta pensando c—mo deber’a concluir esta historia. Dentro de treinta a–os no quedar‡ ningun superviviente del Holocausto, as’ que este libro es mi carta a la posteridad. Mi sue–o es que alguien lo recupere mucho despuŽs de mi muerte y se escandalicey se asombre al descubrir que el mundo fue as’ una vez. Que la persecuci—n de gente por ser jud’a o por ser negra, o por ser gitana, o musulmana, o gay se perciba como algo rid’culo, inhumano y monstruoso, tal como nos pasa ahora con la trata de esclavos.È Eva Schloss era muy diferente a Ana Frank; pero eran grandes amigas.