ÇEl tren hizo una parada en una estaci—n sin pueblo, y poco despuŽs pas— frente a la unica finca bananera del camino que ten’a el nombre escrito en el portal: Macondo. Esta palabra me hab’a llamado la atenci—n desde los primeros viajes con el abuelo, pero s—lo de adulto descubr’ que me gustaba su resonancia poŽtica. Nunca se lo escuchŽ a nadie ni me preguntŽ siquiera quŽ significaba.È Compendio y recreaci—n de un tiempo crucial para Garc’a M‡rquez, Vivir para contarla ofrece el recuento de sus a–os de infancia y juventud, aquellos en los que se fundar’a el imaginario que m‡s tarde dar’a lugar a relatos imprescindibles.