ÇHace mucho tiempo, nosotros los humanos us‡bamos una forma de comunicaci—n y de sentir que no ten’a ninguna conexi—n con el cerebro, sino que proven’a de un espacio sagrado de nuestro coraz—n
ÀQuŽ beneficio traer’a volver a encontrar este lugar en un mundo donde la religi—n m‡s importante es la ciencia y la l—gica de la mente? ÀAcaso no conozco yo este mundo, donde las emociones y los sentimientos son como ciudadanos de segunda clase? S’, lo conozco