La profesora Amalia Zapatero empieza una nueva vida en un pueblo llamado Gastón, un recóndito lugar situado al sur del país (aunque no se especifica nunca de qué país se trata). En Gastón parece haberse detenido el tiempo, ni siquiera tiene Internet. Las casas son además antiguas. Gastón es conocido únicamente por el pan artesanal que se elabora con hierbas aromatizadas, eso le da un sabor único e inconfundible. El sueño de Amalia siempre ha sido el de visitar un lugar nevado, blanco, donde poder sentir el aire helado. Por contra en Gastón el calor es insoportable. Desde que sufrió el ataque al corazón, Amalia no soporta las altas temperaturas y lleva fatal el calor. Pero le habían ofrecido la posibilidad de jubilarse o la de aceptar el nuevo puesto en la escuela Fernando Passo de Gastón y Amalia no podía permitirse dejar de trabajar. El primer día de escuela, Amalia llega puntual a su nuevo trabajo. Va enseguida a conocer a sus nuevos alumnos, pues está impaciente, por eso entra con una sonrisa amable en los labios. Pero los alumnos de quinto curso ni siquiera la miran. Cuando por fin logra que se sienten todos en su sitio, ve que faltan dos alumnos, unos minutos después llegan sin ni siquiera disculparse. Todos además protestan cuando les hace leer un texto del libro de lengua. Así se entera de que se encuentra ante la peor clase de su vida. Los alumnos no son capaces de entender nada de lo que han leído, algunos incluso apenas saben leer. La profesora va a quejarse al director, pero este le comenta que ya no tiene energías, que al principio también se empeñó en enseñarles, pero que al ver que no les interesaba nada se cansó y decidió tirar la toalla. Amalia está sorpendida también de que a los padres no les importe que sus hijos no reciban una buena educación, pero Patricio le comenta que la mayoría de ellos trabaja en las fábricas más de diez horas para ganarse un sueldo miserable y que cuando llegan a sus casas están demasiado agotados para estar por sus hijos. Muchas de estas familias no tienen recursos económicos, así que la mayoría de los niños deberá empezar a trabajar cuando acaben el ciclo de secundaria. Pero Amalia lejos de rendirse decide cambiar sus métodos de enseñanza para captar la atención de los niños. Y todo se lo debe a Carlo, el dueño del restaurante al que suele ir a cenar, y que es el que le dio la idea, pues al escribir el menú del bar con una falta de ortografía había provocado las risas de los clientes. Al día siguiente, Amalia escribe unas frases en la pizarra llenas de faltas de ortografía y los alumnos se quedan perplejos incialmente para luego partirse de risa. Entonces propone a toda la clase que escriban en sus libretas lo que quieran, pero con faltas de ortografía. Otro día les comenta que van a aprender las letras y a...